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Todos no somos iguales

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Todos no somos iguales. Ni ante los demás, ni ante la ley. Un joven de la localidad de Urbaneja, Mariano Ruesga, mantiene desde hace varios meses un contencioso con la Administración, habiéndole prohibido todo tipo de actividad en la cantera de arenisca de "Campulebrel", situada en el término municipal de la vecina población de San Cebrián de Mudá, apoyándose en el decreto 108, que trata de la protección del oso pardo. La Junta de Castilla y León, sólo ha encontrado a un enemigo, Mariano Ruesga, y se ha librado, como por arte de magia, al diputado provincial del Partido Popular y concejal de Barruelo de Santullán, Luis Ángel Gómez Maestro, que unos metros más allá explotaba una cantera similar. Al citado decreto de protección del oso tampoco le molestan los cuatro mil kilos de dinamita que hacen temblar la cuenca, por razones de peso, en la llamada explotación a cielo abierto. Con razón dice Mariano Ruesga que el decreto del Oso Pardo lo han elaborado personas ajenas

El regreso del Oso

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"...Quedan entre estas ruínas hombres?" -se preguntaba Unamuno en el Alto de las Tuerces. Hay agua en el fondo, en el hondo del corazón rocoso, y una ruína puede ser una esperanza. El Oso ha vuelto. Dicen los ganaderos de Sarceda que los osos que vieron ya pasaron de Sejos y aseguran que ahora están en Pernía, cerca de Polaciones, tal vez hacia los montes de Redondo. ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL LIBRO VER DOS VECES LAS COSAS FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020 LECTURAS EN EL BLOG +DE 100

De monsergas y olvidos

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Parafraseando a mi amigo Jaime García Reyero, que desde la localidad de Guardo se duele muchas veces del olvido, diré que es cierto, que tiene toda la razón del mundo, que se han escrito muchos libros, se han proyectado cintas de video en los colegios y que se ha silenciado mucho a Guardo. Pero leyendo estos días a Alvaro Vargas Llosa, el hijo del último "Planeta" de Lara, en un reportaje para la prensa sobre "Los Chiapas", he reconsiderado mi actitud sobre la revolución que proponía. Nosotros no hemos llegado todavía a tamaño despropósito. Nuestra gente no vive en la miseria. El olvido se combate de otra forma, pero eso sí, que los programadores, los jefecillos locales, los rostros pálidos de la capital estén alerta porque, el pueblo, también este pueblo, se está cansando de palabras bonitas, de promesas ambiguas, y puede estallar en cualquier momento la descarga de la ira general que se soporta. Guardo, olvidado  Yo también he olvidado un poco