Un bucle generacional

En fechas recientes se ha celebrado en Cervera el Primer Foro Montaña Palentina Sostenible donde, ante un escaso público, se felicitaban por la Carta Europea de Turismo Sostenible con el que se le ha reconocido al territorio norteño.

De reconocimientos estamos bien. Alguna brecha se abre siempre desde un Foro o Asociación que busca aunar fuerzas para luchar contra ese nudo de incomodidades y olvidos que nadie hasta el momento ha logrado despejar.


Que aunque es verdad que se han ido haciendo cosas, apenas si logran referencias fuera de su marco, mostrándose como una baliza de advertencia para todos los que viven y trabajan en ese entorno.
Si nos fijamos detenidamente, vemos que cada dos o tres años se habla de una iniciativa nueva, se ponen encima de la mesa proyectos interesantes, se repasa las necesidades que tenemos, parece que vamos del adagio sostenuto, que diría mi añorado Félix Buisán Cítores, donde se entremezcla la paz del pueblo campesino, al vacío más profundo. Una escena donde se pasa del encanto a la desolación en un segundo que se va repitiendo de generación en generación sin que nada cambie en realidad.
En un territorio pequeño son escasas las iniciativas para cambiar la situación. Siempre se teme a lo desconocido y se vive con un conformismo de sentencia firme que hace fracasar cualquier intento de cambio.

Soy reacio a pensar que esto mejore con el tiempo. Son tantos años bajo ese mismo bucle, que cuando alguien ofrece mucho más,  la incredulidad se hace patente. Y no sé si por su desinterés en remover un cambio o por su tozudez en conservar su estado, aunque algo se mueve cada cierto tiempo, algo nos inquieta también. Ese toque a reserva en los servicios que ahora se dan tan limitados, nos obliga a levantar un momento la vista para certificar, eso sí, que teníamos razón, que aqui nada ha cambiado, que nadie ha logrado en los últimos siglos compaginar el canto sublime del paisaje con la buena masa de estas gentes y hacer que explote un cambio, que resurja con fuerza esta tierra y tantas otras aquejadas de enfermedades para las que nadie encuentra cura.

De la sección "La Madeja", en Diario Palentino.

POST DESTACADO

El corazón con que vivo