Como se mueve el agua en la batea

He perdido la fe en cuanto he visto las dificultades que imperan para hacer realidad ese proyecto de unificar las voces. Ha sido un momento. No me atrevía a decírselo por miedo a que lo tomaran como un pulso, que saben lo que me impone perderles a ustedes por una apuesta.

Por este motivo anduve perdido durante unos meses, sin programa ni deseos de blandir el bolígrafo, que la crítica o la reflexión ha de hacerse sereno, pues si el hecho de situarse ante un papel en blanco es ya de por sí un ejercicio duro, hacerlo con la fe por los suelos es doblegar un poco otras estaciones donde se visualizan el amor, la esperanza, el sosiego y otras muchas facetas y actitudes que sin la fe se encuentran notablemente disminuidas.



Aunque en otros aspectos de la vida podría pasar por un ser ordenado, pocas veces como ahora he abandonado los proyectos: la revisión de alguna vieja novela, la elaboración de algún relato, llegando a detener lo que comenzó siendo una biografía de Barrio y Mier y que terminó como un ensayo. Lo único que alimenta este tiempo de sequía, lo poco que consigue mantener ese recuerdo activo, es “Diario Palentino”, que me sigue descubriendo a diario trocitos de Palencia, voces de descontento que se suman a las nuestras para pedir una vez tras otra la revisión de aquellos asuntos que no terminan de encauzarse.

Coincidió, además, uno de los últimos artículos remitidos al periódico, donde comentaba las posibles fusiones de los municipios –a propósito de una nueva ley que estudiaba el Ejecutivo regional–, con la ruptura de las negociaciones entre Acade y Consorcio, una historia de acercamiento en la que muchos palentinos habían depositado sus esperanzas. Hemos vivido lo que machaconamente pronosticábamos y bien alto y bien claro vuelve a pronunciarlo desde Guardo mi amigo Jaime García Reyero, cuando apunta que ha primado el individualismo, la cerrazón –que nos hace creer que somos distintos a los otros–, si bien, hemos de distinguir con claridad todas las opciones puestas sobre la mesa. Pues sabemos que hay un localismo exacerbado, como hay un nacionalismo retrógrado. Cada pueblo alimenta una serie de costumbres que no tienen por qué perderse al unirse a otros para fortalecer su posición.

A propósito de lo que allí hablaba, no me ha extrañado este primer desplante, porque lo hemos presenciado en otro tiempo, cuando se propuso un Ayuntamiento para todos en Vañes, o cuando el Ayuntamiento de Lores (entonces uno de los pueblos más grandes de Pernía) se fusionó con el de San Salvador. Apurando la lógica, sabemos que Cervera de Pisuerga es el punto más próximo y, pese a las diferencias que siempre nos marcaron, pese al excesivo número de pueblos que están bajo su mando, no debe descartarse que en un futuro próximo, dado el paulatino descenso de población y las nuevas leyes que se van promulgando, acabemos todos bajo su mando.

Pero si esta visión resulta intolerable para muchos montañeses, lo resulta sobre todo, poque no estamos habituados a trabajar en equipo. El aislamiento padecido nos ha hecho insolidarios y nos damos cuenta que el problema es de todos cuando tratamos de obtener algo de aquellos que capitanean nuestro barco. Entonces nos lamentamos de nuestro estado: no sumamos puntos a ningún efecto; no contamos ni política ni territorialmente y nuestras pataletas les importan un bledo a los vecinos, con tal de unir su voz a la nuestra, nos toman por unos recalcitrantes Robinsones.

No voy a negar mi parte de culpa, si es que ha de tenerla el que reconociéndose palentino, se siente montañés por encima de todo, que es muy diferente del sentimiento en el que se amparan los nacionalistas y los nacionalsocialistas, que con tanto furor viven la tierra donde nacieron, que desprecian o quieren ignorar todo aquello que les hable de España, de la que, lo quieran o no, siguen formando parte.

Por ese motivo también creo que si queremos que nuestra tierra cuente en el futuro, debemos unir todas las voces, también las de La Vega y de la Ojeda, porque también están como nosotros alejadas de la mano tutora.
Ello no significa que debamos cerrar el libro donde se muestran nuestros hábitos, que son el tesoro de cada pueblo, sino que, como las empresas y los estados, hallemos juntos la representación en otras facetas que nos marcan, para que nuestros pequeños pueblos sigan avanzando.

Algo pasará, estoy seguro. Alguien llegará un día y removerá esto como debe removerse la comida para ligar la salsa, como se mueve el agua en la batea, como se filtra el sol por los cristales. Algo prenderá como parte del sueño que soñamos y juntos mantuvimos hasta verlo crecer como la espiga.

Título original: Juntos como hermanos.
Para la sección "Impresiones", en "Diario Palentino", 11 febrero de 2000.
Imagen: @Toño Gutiérrez

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