¿Existe la felicidad?

Todos hemos oído hablar de ella. Debe existir en una porción que no notamos; debe ser como la lotería, si es que existe. Notas que te ha tocado porque alguien te quiere mucho, porque la vida te sonríe en cualquiera de los campos donde juegas... pero no deja de ser como el jabón del que te impregnas durante unos instantes y que en seguida se va cañería adentro.


Vengo con esta pregunta, al filo de otra Navidad y al filo de un informe que firma desde Nueva York un periodista para el Grupo Vocento y que ha hecho público recientemente la Universidad de Chicago.

Aseguran allí que tener conciencia de ayudar a la gente es la razón por la que muestran tanta satisfacción los curas y los bomberos. También los fisioterapeutas, que alivian el dolor ajeno.

En cuarta posición, los autores del estudio han situado a los escritores, cuya remuneración suele ser muy baja, en muchas ocasiones inexistente, verdad de la buena, pero que abre grandes claros de "felicidad" o lo que ellos vienen definiendo como "periodos".

Otra definición, a mi modesto entender, muy acertada, me la proporcionó Lola Villar, que al filo de los 33 años publicaba un libro de poesía y me dejaba entrevistarla para un medio regional.

Muchas veces esta compañera de los jueves en otro diario provincial que naufragó, se había preguntado si por algún extraño efluvio se le había negado el derecho a ser feliz. Un día, recorriendo las calles de Bilbao, encontró en una tiendecita un cartel que rezaba: "¡Atención, la felicidad existe!. Se lo compró encantadísima, como su fuera un seguro a todo riesgo y con esa misma ilusión nuestra abogada lo colocó una mañana en su despacho. "Ese mismo día, no creo que lo olvide, recibí la primera cuenta de un rosario de desgracias que me abatieron y llegué a la armónica conclusión de añadir a mi cartel reivindicativo que sí, que la felicidad existe, pero que la venden muy cara".

En estos momentos, cuando muchas personas lo están pasando mal, cuando tanto se manosea y se desvirtúa esa palabra, desde este rincón privilegiado del "Diario" me sumo a lo que dejó escrito Thomas Chalmer, ministro presbiteriano escocés:
"La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar".

Hagan algo, amen a alguien y nunca pierdan la esperanza.

Para saber más, en Orígenes:
Entrevista a Lola Villar 

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