El desmonte está de moda


La calle es puro hielo. Los carámbanos cuelgan de los tejados como golosos caramelos. La nieve se acumula a las orillas de los patios. Eso y un espeso silencio que parece romperse a medida que el sol sube a lo alto.
Dejo Pernía a las doce en punto para dirigirme a Villanueva de la Peña, cuyas autoridades me han llamado para que , diga algo en esta columna. ¿Toda la verdad?
Es fácil describir al difunto. Alguien está destrozando el paisaje, cargando de escombreras los prados, aupando escombro sobre escombro hasta rebasar los límites de las tierras compradas. Alguien está rompiendo fuentes, inutilizando los caminos y cunetas, hasta adentrarse en un pinar cercano.

Hace dos años, cuando la empresa minera dio cuatro o cinco calicatas sin consultar a nadie, los vecinos de Villanueva se pusieron en guardia. Cuando el pueblo fue a pedir explicaciones, la empresa que llevaba la subcontrata dijo que se trataba de una investigación. Para aplacar un poco el ánimo pagaron muy bien una o dos fincas y fueron comprando otras muy por debajo de su precio, al objeto de utilizarlas como paso. A medida que avanzaban los pozos y crecían las escombreras, creía también la incertidumbre. Algo en su interior les decía que aquello pasaba ya de investigación en terrenos privados y decidieron poner los hechos en conocimiento del capataz de Velilla. Dos veces bajó el presidente al Ayuntamiento de Castrejón. Pero nadie les tomó en cuenta. Entonces, Justo Díez decide viajar a Palencia y al día siguiente los responsables de Medio Ambiente llegan al lugar y paralizan lo que a todos los efectos, según el informe del ingeniero, es un desmonte. Después -me cuentan- aquellos vinieron a pedir permiso con piel de cordero.

En el Sel dieron un pozo plano. Ahora tiene filtraciones de agua. En Nomanillas dieron otro pozo, inutilizando el camino Real que conducía hasta la Penilla. En Valurcia, otro pozo. Abren dos bocas de mina. Fracasan en las dos. Abren una tercera. Revientan una fuente. El acceso a Valurcia atraviesa por un pinar cuyo camino han reforzado con escombro negro ..

Ese es, a grosso modo, el asunto que nos ocupa. El pueblo está asustado ante una historia que empezó hace dos años. Cuando lo vi por primera vez, aquello era un botón que ya había presenciado en otros lugares de nuestra montaña, como Casavegas, Villanueva de Arriba, El Campo, Redondo...

Era un proceso, donde había un depósito en algunos casos, o una promesa en otros de restauración de los terrenos, que sistemáticamente se incumplía.

A Barruelo le dejaron sin sangre, herido de muerte, bombardeado, negro... De aquellos vientos, sumando otros matices, vienen estas tempestades actuales. Y en Villanueva de la Peña el miedo es más pequeño, pero hay detonaciones, un pinar afectado, fuentes heridas, caminos cortados.

Había claros precedentes en otros lugares de la provincia, pero vendieron sus fincas y cercados y ahora el lamento es unánime. Cierto es que no se puede camelar a un pueblo con un chupete o una plazoleta, pero, yo me pregunto: ¿hay verdadera voluntad en poner fin a esto? ¿No es más bien un deseo de recibir mayores cantidades de dinero y dejar que sigan horadando?

No obstante, fiel a su petición se la traslado a quien proceda, para que aquello se restaure o se detenga antes de que al pueblo se lo trague un pozo negro.

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