Tremaya en la Web de José Luis




Decían que era verdad
pero yo no lo sabía
que para encontrar la paz
hay que estar en La Pernía.




Hagamos punto y aparte. Viajemos a los "campos rotundos", al contorno dominado por otro viejo y desaparecido monasterio, el de Santa María de Viarce, fundado en el siglo XIII, cuya ubicación algunos autores señalan en un cerro y cuyo entorno —al decir de Sebastián Miñano— se asemeja a los Alpes de Italia.

No quiero yo traspasar con mi alabanza y encendido boato ninguna frontera. Esto es como es, con sus cerros, con sus prados, con lugares donde se ocultan importantes vestigios de nuestro pasado, siempre a flor de piel un sentimiento especial que parece bañarnos, como si nos incitara a tomar estos territorios, antaño acotados por el Conde, y vivirlos, y cambiar rotundamente este modo de vida que llevamos, mirando de continuo al precipicio.

Asomados al valle de Redondo, una denominación que se me antoja nueva, pues hasta hace poco tiempo nunca habíamos separado tanto estos núcleos del valle de Pernía, la lectura es sorprendente, como la propia leyenda en que se mece y donde se citan con regusto Las Peñas del moro, bañadas por el Rubiarce y el Pisuerga, que tiene aquí su cetro. La sorpresa no la provoca el viajero, sino el exhuberante paisaje, las majadas donde pastaban en verano los rebaños de merinas...

En este ambiente de verdor y armonía nacieron los hijos de esta tierra, algunos investigados por Laureano Pérez Mier, de cuyos interesantes trabajos guarda una buena muestra este viejo y querido diario.

Antes de entrar en materia o, metidos ya en ella, quiero recordar las alabanzas que los viajeros de otras latitudes le dedican a esta tierra, a través de sendas cartas remitidas a José Luis Estalayo, el nieto de Ninfa, oriundo de Tremaya, y que éste refleja en su página web.

"Soy de Valencia –dice Mónica–. De allí donde ya no existe la naturaleza. En pocas semanas visitaré tu pueblo, dormiremos en la vieja escuela que ahora han convertido en un albergue los del Sindicato. Después de ver tú página, cuento las horas que me separan para llegar al paraíso que describes. Espero que no me defraude, mejor, estoy convencida de que no me defraudará..."

Y para desterrar cualquier duda, busco la impresión de otra mujer, Blanca Dumont que, como la anterior, viene por primera vez influenciada por las palabras y las fotografías que José Luis publica en Internet.

"Llegamos por fin a Tremaya. Las palabras se me quedan cortas. No te puedo expresar lo que sentí en ese lugar donde sólo se ve patente la presencia de Dios. En esa naturaleza tan admirable, solamente podía decir: ¡Señor, Dios nuestro, que admirable es tu nombre en todas estas cosas tan hermosas donde tu poder y grandeza se hacen patentes!. Montañas, verdor, silencio interrumpido por los pájaros y ruidos de cencerras de ganado cercanas, respirar aire puro..."

Ya en la introducción de su página web(*), la tierra se hace más y más deseada desde Méjico. El autor, a quien conocí personalmente en agosto de 2001, recoge la leyenda y la toponimia con un despliegue de mapas, pueblos que forman La Pernía, presidentes actuales de las Juntas Vecinales.

De esta forma sabemos que, en Areños, hay cuatro casas abiertas en invierno, su iglesia está dedicada a San Miguel y en los diplomas de Alfonso VIII (siglo XII), figura como "Arenius", palabra que deriva del latín clásico "arena" o, también, árido, pedregoso, que quiere decir terreno arenoso. Sin embargo, comprobado que allí no existe arena en cantidad significativa, nos inclinamos por un posible origen ibérico: en euskera ar–enea es "finca del valle", lo que coincidiría con otros nombres ibéricos cercanos: Verdeña, Vañes, Vergaño. En último caso en la citada información se apunta la posibilidad de que pudiera hacer referencia a un repoblador llamado "Arenius".

Es curioso la importancia que le damos al conocimiento de la tierra donde nacieron nuestros antepasados, como es el caso de Lorenzo Luengo que nace en Argentina, pero se interesa por su abuelo Mariano Luengo Gonzales, que nació en Areños en la última década del siglo XIX y se trasladó a Argentina en 1907. "Yo busco huellas de mis antepasados españoles a quienes no conozco. Cualquier dato, cualquier referencia, alguna historia, todo me interesa".

¡Estar en La Pernía es vivir! –dice José Luis en un arrebato de pasión que le devora, que yo creo que muy pocos entienden y que, una gran mayoría de los que viven aquí, no lo comparten, en base a ese distanciamiento generacional que se ha ido abriendo con el tiempo. Ahora se impone la rapidez. Queremos ver la foto al instante, no importa la calidad ni el mensaje que encierren.

"Aquí se conserva la naturaleza aun inocente. Tremaya te seducirá, tiene un halo mágico que lo impregna todo y te llevará de lo inquietante a lo maravilloso. Sus contornos son una eterna sinfonía inacabada donde se funden las colinas con el cielo, lo real con lo imaginario, y lo inesperado con lo sutil.”

Esa es la palabra, la visión, el sentimiento que domina la página web de José Luis.

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(*) A fecha de hoy, José Luis ha cedido la página web, a la Asociación Amigos del Valle de los Redondos

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