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Mostrando entradas de julio, 1998

Cabrillo Gallón

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En un viaje reciente desde San Sebastián a San Salvador, he meditado en la necesidad de renovar el canto a la tierra, para que también los ciegos y los sordos sepan que, entre el mar del Cantábrico y la llanura castellana se sitúa la montaña palentina, que no sólo me ofende la torpeza y el desequilibrio de ese tal “Cabrillo Gallón” de hace unos días, al ignorar Palencia entera, sino también al soslayar con tal atrevimiento la grandeza de estas comarcas, su noble espíritu, la rica mezcolanza de sus ritos, el fuero de sus antepasados, el primer Ayuntamiento de España y, en fin, valles y montañas donde la naturaleza depositó sus mejores artes. A intervalos llega del mar la brisa. Seguimos adelante, entre costa y montaña, divisando a lo lejos, espaciados entre sí, múltiples caseríos. Al llegar a Ermua se escapa un suspiro, pero no merma la belleza. Al contrario, es la tierra la que te llama más allá del dolor por sus muertos, en el caso del País Vasco; más allá del silencio que la manti

Calderetas

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El gesto de llevar a la montaña un día de fiesta, no es bastante. Llega el verano y estalla humanidad por todos los rincones. El viejo rito de la caldereta de Cardaño, signo festivo en el calendario regional, o la paella de Olleros, suspendida este año –según los organizadores– por falta de apoyo, unidos a la celebración del “Día de la Provincia”, que ya disfrutaron Cervera, Aguilar, Barruelo y Brañosera, hace posible un hecho que todos, de alguna forma y en alguna ocasión, hemos vivido y aplaudido. Pero no es bastante. Muchos de los que viven aquí, siguen sin implicarse, resignados ante la agonía de muchos pueblos, como justificando la decisión de paralizar el proyecto de un hospital comarcal, o esperando en otros casos la lotería de una buena jubilación en la empresa minera. Nos ha costado muchos años plantarle cara a un futuro más digno y hoy casi todos dudan, dudamos, de la efectividad de esos gestos festivos, de la prolongación en el calendario de esos encuentros do

Vuelvo hacia el norte retomando el rastro de las viejas palabras

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No vives en el pueblo, mandan las historias, pero te llegan los periódicos y algo de lo que pasa te provoca para que tomes parte de vez en cuando en la vida que dejaste, ahora muy mermada, como gran parte de las cosas que ayer fueron noticia. Ahora todos hablan de "La Montaña Palentina", pero pocos la entienden y casi todos se repliegan y callan cuando desde las altas instancias regionales (cuatro o cinco individuos vestidos de un poder temporal) nos anuncian una serie de medidas que se pondrán en marcha para "preservar" -dicen- este espacio natural que han descubierto. Ahora los descubridores pretenden marcarnos con un hierro, señalarnos los caminos que debemos tomar, habilitarnos pistas para llegar a los lugares, siempre, eso sí, dejando retozar al oso pardo, que es la causa primera y fundamental para este nombramiento. Se sabe que los descubridores nunca dejaron buen sabor de boca allí donde clavaron la bandera. No conformes con visionarlo y saberse partí